Hace unos días hubo una gran mortandad asociada al telediario. No se sabe bien por qué, pero en unos días todas las noticias de las diversas cadenas emitieron grandes cantidades de partículas sof. Los afectados, al recibirlas, sufrían subidas letales de mala leche y morían. No obstante había una diferencia clave en este tipo de muertes.
Todos los sujetos, al sufrir un exceso de mala leche en sangre, comienzan a agitarse bruscamente. Este hecho puede esperanzar a sus familiares, pues creen que el enfermo está saliendo del agarrotamiento del que es víctima en el campo-S. La realidad es distinta. Tras echar espuma por la boca el sujeto muere, generalmente de un infarto.
La diferencia que hubo estos días de atrás era que los sujetos se agitaba mucho más, apretaban sus puños y gritaban, una y otra vez, “¡ponme cuarto y mitad de casquería!”. La frase descolocó mucho a la comunidad científica, que no fue capaz de asociarla hasta ver las primeras superdensitometrías espectrales del campo de fuerza S. En ellas se mostraba un fuerte incremento de las partículas Sof provenientes del televisor, así como un aumento del campo-S del sofá.
El debate entre expertos ha llevado a la conclusión de que la virulencia y peligrosidad de los noticiarios es extremadamente elevada. La cura, no obstante, parece ser sencilla y ya está al alcance de la mano: Napalm del Doctor Kilgore a todos los directores de informativos. Sin excepción.
martes, 24 de noviembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
Las subidas de mala leche y su control.
El campo-S interactúa sobre todo con el tejido neuronal. Provoca disfunciones en el mismo que acaban manifestándose en los comportamientos anteriormente descritos. Una de las más peligrosas son los aumentos de mala leche en sangre.
Los aumentos de mala leche en sangre comienzan con un pequeño enfado. En lugar de liberar los neurotransmisores típicos en estos casos (noradrenalina, etcétera) en las cantidades que debería, el cerebro da una respuesta exagerada, liberando cantidades inmensas de los mismos. Además fabrica unos nuevos, desconocidos hasta ahora, producto de la interacción con el campo-S, que amplifican enormemente el efecto de los anteriores. Esta mezcla de neurotransmisores, por su color blanquecino, ha sido denominada “mala leche”.
Un excesivo aumento de la misma termina en una parada cardio-respiratoria. En menores cantidades afecta sobre todo a los riñones, sobrecargándolos de trabajo durante largos periodos. La naturaleza de la mala leche hace que una descarga de la misma predisponga al paciente a padecer otras, pues su estado alterado hará que se irrite con extremada facilidad.
Por el momento la única manera de aplacar las subidas de mala leche ha sido el uso de benzodiacepinas, aunque el campo-S hace que pierdan mucha efectividad. Lo mejor es, sin duda, evitar las mismas. Para ello es necesario vigilar aquellas situaciones o hechos que puedan alterar al paciente y mantenerle fuera de contacto.
Los aumentos de mala leche en sangre comienzan con un pequeño enfado. En lugar de liberar los neurotransmisores típicos en estos casos (noradrenalina, etcétera) en las cantidades que debería, el cerebro da una respuesta exagerada, liberando cantidades inmensas de los mismos. Además fabrica unos nuevos, desconocidos hasta ahora, producto de la interacción con el campo-S, que amplifican enormemente el efecto de los anteriores. Esta mezcla de neurotransmisores, por su color blanquecino, ha sido denominada “mala leche”.
Un excesivo aumento de la misma termina en una parada cardio-respiratoria. En menores cantidades afecta sobre todo a los riñones, sobrecargándolos de trabajo durante largos periodos. La naturaleza de la mala leche hace que una descarga de la misma predisponga al paciente a padecer otras, pues su estado alterado hará que se irrite con extremada facilidad.
Por el momento la única manera de aplacar las subidas de mala leche ha sido el uso de benzodiacepinas, aunque el campo-S hace que pierdan mucha efectividad. Lo mejor es, sin duda, evitar las mismas. Para ello es necesario vigilar aquellas situaciones o hechos que puedan alterar al paciente y mantenerle fuera de contacto.
martes, 10 de noviembre de 2009
El IRPF y la mala leche.
Uno de los momentos más peligrosos para los afectados por el síndrome del sofá es cuando llega la campaña tributaria de Hacienda. Las cifras muestran que la mortalidad aumenta un 30% en este periodo, lo cual convierte este hecho en un jugoso tema de estudio para los investigadores. Además no es únicamente su importancia respecto a la vida lo interesante, sino que también resulta ser uno de los procesos más complejos del síndrome del sofá.
En la recaudación de impuestos todo el mundo paga en función (más o menos) de sus rentas. Todo este dinero se emplea para mantener la estructura del estado así como el denominado “estado de bienestar”. La Seguridad Social, los servicios de sanidad, policía, bomberos, infraestructuras y comunicaciones, etcétera, salen de nuestros impuestos. Por este motivo en un primer momento se pensaba que la muerte era provocada por un arrebato de mala leche producto de egoísmo. Como se ha venido observando los afectados por este síndrome son muy sensibles a este tipo de enfados, los cuales aumentan la mala leche del cuerpo y el sujeto muere envenenado por la misma.
La realidad se mostró mucho más compleja de lo que se creía. Tras varios experimentos en los que se puso a prueba el egoísmo, quedó demostrado que no era el que provocaba dichos aumentos de mala leche en sangre. Había que realizar nuevas hipótesis.
Tras mucho pensar por parte de la comunidad científica el Doctor Matías Serrano dio con lo que podría ser la causa de dichas muertes. Basado en las suposiciones (recientemente comprobadas) de que a los sujetos atrapados les afectaban mucho las distintas modulaciones de las ondas-S personales provocadas por agentes externos, se preguntó cuáles podrían tener relación con el IRPF. La respuesta fueron los políticos.
A este tipo de personas no les molestaba el hecho de pagar, el ser solidarias. Lo que hacía que tuvieran aumentos de mala leche era saber dónde iría su dinero. Conforme demostró el Doctor Matías Serrano el hecho de observar continuos casos de corrupción hacía que pagar impuestos se tornara como algo extremadamente doloroso. Tener conocimiento de que el dinero no iría a hospitales sino a jetas sin escrúpulos era demasiado para estas personas. Debido a ello cada vez que comenzaba la campaña de recaudación del Estado un 30% de estas personas morían. Aquellas que sobrevivían al aumento de mala leche en sangre quedaban o bien en estado catatónico o bien experimentaban fuertes retrocesos mentales, mostrando razonamientos totalmente infantiles.
En la recaudación de impuestos todo el mundo paga en función (más o menos) de sus rentas. Todo este dinero se emplea para mantener la estructura del estado así como el denominado “estado de bienestar”. La Seguridad Social, los servicios de sanidad, policía, bomberos, infraestructuras y comunicaciones, etcétera, salen de nuestros impuestos. Por este motivo en un primer momento se pensaba que la muerte era provocada por un arrebato de mala leche producto de egoísmo. Como se ha venido observando los afectados por este síndrome son muy sensibles a este tipo de enfados, los cuales aumentan la mala leche del cuerpo y el sujeto muere envenenado por la misma.
La realidad se mostró mucho más compleja de lo que se creía. Tras varios experimentos en los que se puso a prueba el egoísmo, quedó demostrado que no era el que provocaba dichos aumentos de mala leche en sangre. Había que realizar nuevas hipótesis.
Tras mucho pensar por parte de la comunidad científica el Doctor Matías Serrano dio con lo que podría ser la causa de dichas muertes. Basado en las suposiciones (recientemente comprobadas) de que a los sujetos atrapados les afectaban mucho las distintas modulaciones de las ondas-S personales provocadas por agentes externos, se preguntó cuáles podrían tener relación con el IRPF. La respuesta fueron los políticos.
A este tipo de personas no les molestaba el hecho de pagar, el ser solidarias. Lo que hacía que tuvieran aumentos de mala leche era saber dónde iría su dinero. Conforme demostró el Doctor Matías Serrano el hecho de observar continuos casos de corrupción hacía que pagar impuestos se tornara como algo extremadamente doloroso. Tener conocimiento de que el dinero no iría a hospitales sino a jetas sin escrúpulos era demasiado para estas personas. Debido a ello cada vez que comenzaba la campaña de recaudación del Estado un 30% de estas personas morían. Aquellas que sobrevivían al aumento de mala leche en sangre quedaban o bien en estado catatónico o bien experimentaban fuertes retrocesos mentales, mostrando razonamientos totalmente infantiles.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
El listo que todo lo sabe®
En los diversos tipos de listo que todo lo sabe® encontramos dos extremos claros. Por un lado al machote de gimnasio, que ocupa el lugar menos intelectual. En la otra punta al ingeniero, que ostenta lo más alto de la posición social en cuanto a conocimiento se refiere.
En el escalafón más bajo encontramos al machote de gimnasio. Ese, por el hecho de levantar 120 kilogramos de tontería, cree tener la posición moral como para darte pesadas (e inexactas) lecciones de anatomía.
Las víctimas de sus escapadas intelectuales suelen ser los chavalines, a los que puede engañar. Gusta de acechar tras las pesas, escondido entre cinturones para evitar hernias y sudores sobaquiles. Si algún incauto osa acercarse a la zona y, por descuido o desconocimiento, tiene la desgracia de desviarse dos grados en el levantamiento de lo que sea (originariamente era una pesa, pero hoy en día da igual lo que sea, incluso una moneda de 10 céntimos les sirve de excusa) este se abalanzará sobre él con sus lecciones. Resarce así, adoptando el rol de profesor, todas las frustraciones que tuvo en el sistema educativo por no ser capaz de hacer la o con un canuto.
En la otra punta de la cuerda, tras cientos de escalones intermedios, encontramos al ingeniero. Pertenece al grupo intelectual, por lo que su peligro es notable. Se caracteriza por poseer el superpoder de la “verdad suprema®” con la que siempre tendrá razón. Da igual que le digas que el cielo es azul, si se le ha metido en la cabeza que es amarillo será así y punto. Ya encontrará él la manera de reajustar el lenguaje o de variar el espectro electromagnético según el ruso Karkamusin.
A los últimos se les reconoce de manera sencilla, por su uniforme ingenieril que consta de zapatos oscuros, pantalón vaquero, cinturón y camisa de cuadros (generalmente de tonos marrones o azules). Si aún hay dudas basta sacar un tema que le resulte desconocido y añadir la frase “tú no entiendes de esto”. En ese momento se producirán varios estallidos de ondas-S a la vez que se produce un despliegue multicolor de la estupidez humana en todo su esplendor. Quizá aún por encima del ingeniero se encuentra el arquitecto, que además de las ciencias también sabe todo sobre las artes, la filosofía y la vida en general, así como el sentido de la misma.
Estos elementos tienen mucha capacidad de modificar el campo-S, tanto que luego son capaces, como decía al principio de la entrada, de revivir en el cerebro de las víctimas del síndrome del sofá en forma de alucinación.
Por cierto, todo este post se ha escrito desde la perspectiva de un listo que todo lo sabe®, en este caso el del comunicador-analfabeto. Lo comento porque, si el lector nota un crecimiento paulatino de la mala baba, no debe asustarse, al contrario, debe saber que está colaborando con el estudio de este tipo de distorsión. En breve irá un amable señor con bigote a su casa para encuestarle.
En el escalafón más bajo encontramos al machote de gimnasio. Ese, por el hecho de levantar 120 kilogramos de tontería, cree tener la posición moral como para darte pesadas (e inexactas) lecciones de anatomía.
Las víctimas de sus escapadas intelectuales suelen ser los chavalines, a los que puede engañar. Gusta de acechar tras las pesas, escondido entre cinturones para evitar hernias y sudores sobaquiles. Si algún incauto osa acercarse a la zona y, por descuido o desconocimiento, tiene la desgracia de desviarse dos grados en el levantamiento de lo que sea (originariamente era una pesa, pero hoy en día da igual lo que sea, incluso una moneda de 10 céntimos les sirve de excusa) este se abalanzará sobre él con sus lecciones. Resarce así, adoptando el rol de profesor, todas las frustraciones que tuvo en el sistema educativo por no ser capaz de hacer la o con un canuto.
En la otra punta de la cuerda, tras cientos de escalones intermedios, encontramos al ingeniero. Pertenece al grupo intelectual, por lo que su peligro es notable. Se caracteriza por poseer el superpoder de la “verdad suprema®” con la que siempre tendrá razón. Da igual que le digas que el cielo es azul, si se le ha metido en la cabeza que es amarillo será así y punto. Ya encontrará él la manera de reajustar el lenguaje o de variar el espectro electromagnético según el ruso Karkamusin.
A los últimos se les reconoce de manera sencilla, por su uniforme ingenieril que consta de zapatos oscuros, pantalón vaquero, cinturón y camisa de cuadros (generalmente de tonos marrones o azules). Si aún hay dudas basta sacar un tema que le resulte desconocido y añadir la frase “tú no entiendes de esto”. En ese momento se producirán varios estallidos de ondas-S a la vez que se produce un despliegue multicolor de la estupidez humana en todo su esplendor. Quizá aún por encima del ingeniero se encuentra el arquitecto, que además de las ciencias también sabe todo sobre las artes, la filosofía y la vida en general, así como el sentido de la misma.
Estos elementos tienen mucha capacidad de modificar el campo-S, tanto que luego son capaces, como decía al principio de la entrada, de revivir en el cerebro de las víctimas del síndrome del sofá en forma de alucinación.
Por cierto, todo este post se ha escrito desde la perspectiva de un listo que todo lo sabe®, en este caso el del comunicador-analfabeto. Lo comento porque, si el lector nota un crecimiento paulatino de la mala baba, no debe asustarse, al contrario, debe saber que está colaborando con el estudio de este tipo de distorsión. En breve irá un amable señor con bigote a su casa para encuestarle.
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