Uno de los momentos más peligrosos para los afectados por el síndrome del sofá es cuando llega la campaña tributaria de Hacienda. Las cifras muestran que la mortalidad aumenta un 30% en este periodo, lo cual convierte este hecho en un jugoso tema de estudio para los investigadores. Además no es únicamente su importancia respecto a la vida lo interesante, sino que también resulta ser uno de los procesos más complejos del síndrome del sofá.
En la recaudación de impuestos todo el mundo paga en función (más o menos) de sus rentas. Todo este dinero se emplea para mantener la estructura del estado así como el denominado “estado de bienestar”. La Seguridad Social, los servicios de sanidad, policía, bomberos, infraestructuras y comunicaciones, etcétera, salen de nuestros impuestos. Por este motivo en un primer momento se pensaba que la muerte era provocada por un arrebato de mala leche producto de egoísmo. Como se ha venido observando los afectados por este síndrome son muy sensibles a este tipo de enfados, los cuales aumentan la mala leche del cuerpo y el sujeto muere envenenado por la misma.
La realidad se mostró mucho más compleja de lo que se creía. Tras varios experimentos en los que se puso a prueba el egoísmo, quedó demostrado que no era el que provocaba dichos aumentos de mala leche en sangre. Había que realizar nuevas hipótesis.
Tras mucho pensar por parte de la comunidad científica el Doctor Matías Serrano dio con lo que podría ser la causa de dichas muertes. Basado en las suposiciones (recientemente comprobadas) de que a los sujetos atrapados les afectaban mucho las distintas modulaciones de las ondas-S personales provocadas por agentes externos, se preguntó cuáles podrían tener relación con el IRPF. La respuesta fueron los políticos.
A este tipo de personas no les molestaba el hecho de pagar, el ser solidarias. Lo que hacía que tuvieran aumentos de mala leche era saber dónde iría su dinero. Conforme demostró el Doctor Matías Serrano el hecho de observar continuos casos de corrupción hacía que pagar impuestos se tornara como algo extremadamente doloroso. Tener conocimiento de que el dinero no iría a hospitales sino a jetas sin escrúpulos era demasiado para estas personas. Debido a ello cada vez que comenzaba la campaña de recaudación del Estado un 30% de estas personas morían. Aquellas que sobrevivían al aumento de mala leche en sangre quedaban o bien en estado catatónico o bien experimentaban fuertes retrocesos mentales, mostrando razonamientos totalmente infantiles.
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