En los diversos tipos de listo que todo lo sabe® encontramos dos extremos claros. Por un lado al machote de gimnasio, que ocupa el lugar menos intelectual. En la otra punta al ingeniero, que ostenta lo más alto de la posición social en cuanto a conocimiento se refiere.
En el escalafón más bajo encontramos al machote de gimnasio. Ese, por el hecho de levantar 120 kilogramos de tontería, cree tener la posición moral como para darte pesadas (e inexactas) lecciones de anatomía.
Las víctimas de sus escapadas intelectuales suelen ser los chavalines, a los que puede engañar. Gusta de acechar tras las pesas, escondido entre cinturones para evitar hernias y sudores sobaquiles. Si algún incauto osa acercarse a la zona y, por descuido o desconocimiento, tiene la desgracia de desviarse dos grados en el levantamiento de lo que sea (originariamente era una pesa, pero hoy en día da igual lo que sea, incluso una moneda de 10 céntimos les sirve de excusa) este se abalanzará sobre él con sus lecciones. Resarce así, adoptando el rol de profesor, todas las frustraciones que tuvo en el sistema educativo por no ser capaz de hacer la o con un canuto.
En la otra punta de la cuerda, tras cientos de escalones intermedios, encontramos al ingeniero. Pertenece al grupo intelectual, por lo que su peligro es notable. Se caracteriza por poseer el superpoder de la “verdad suprema®” con la que siempre tendrá razón. Da igual que le digas que el cielo es azul, si se le ha metido en la cabeza que es amarillo será así y punto. Ya encontrará él la manera de reajustar el lenguaje o de variar el espectro electromagnético según el ruso Karkamusin.
A los últimos se les reconoce de manera sencilla, por su uniforme ingenieril que consta de zapatos oscuros, pantalón vaquero, cinturón y camisa de cuadros (generalmente de tonos marrones o azules). Si aún hay dudas basta sacar un tema que le resulte desconocido y añadir la frase “tú no entiendes de esto”. En ese momento se producirán varios estallidos de ondas-S a la vez que se produce un despliegue multicolor de la estupidez humana en todo su esplendor. Quizá aún por encima del ingeniero se encuentra el arquitecto, que además de las ciencias también sabe todo sobre las artes, la filosofía y la vida en general, así como el sentido de la misma.
Estos elementos tienen mucha capacidad de modificar el campo-S, tanto que luego son capaces, como decía al principio de la entrada, de revivir en el cerebro de las víctimas del síndrome del sofá en forma de alucinación.
Por cierto, todo este post se ha escrito desde la perspectiva de un listo que todo lo sabe®, en este caso el del comunicador-analfabeto. Lo comento porque, si el lector nota un crecimiento paulatino de la mala baba, no debe asustarse, al contrario, debe saber que está colaborando con el estudio de este tipo de distorsión. En breve irá un amable señor con bigote a su casa para encuestarle.
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